miércoles, 9 de mayo de 2012

No es éste el relato de hazañas impresionantes...

Así comienzan las "Notas de viaje" en las que Ernesto Guevara, mundialmente conocido como el Ché, relata sus peripecias a lo largo del continente sudamericano en la aventura que improvisó, junto a su amigo Alberto Granado, a lomos de la Poderosa, una moto que no supo hacer honor al nombre que lucía y que les dejó tirados a medio camino.
Quizá no sea un cúmulo de "hazañas impresionantes", pero acabo de leerlas y dicen mucho de Guevara... además, claro está, de ser capaces de explotar al máximo el potencial de mi imaginación y hacer que me vea sacándome el carné de moto para, en un futuro cercano, echarme a la carretera con alguna buena compañía y sin un rumbo fijo. De eso y de viajar a Latinoamérica, que hace tiempo ya que ejerce una atracción enorme en mi persona.
Divagaciones juveniles aparte, reconozco que el Ché nunca despertó en mí un interés excesivo (por extraño que pueda parecer); supongo que siempre le he considerado un personaje excesivamente mitificado y me abrumaba ver su famoso perfil serigrafiado en chapas, camisetas y quinientos mil productos distintos fuese a donde fuese. 

El caso es que hace poco me surgió la curiosidad y, puestos a saber más acerca de él, qué mejor que leer lo que en algún momento pensó y escribió en un cuaderno. Las notas de viaje son testigo de cómo el Ché, que en sus 23 años todavía era solamente Ernesto o Fuser, adquiere conciencia del mundo en que vive y empieza a definir sus ideas y sentimientos al ser testigo de las miles de injusticias y desigualdades de esta sociedad. En las palabras de Ernesto se aprecia que el viaje supuso para él un cambio en la perspectiva desde la que veía el mundo y en su actitud ante la vida.
Describe con asombro imponentes ciudades, personas de las clases más bajas, paisajes fastuosos, algún incidente y desfortunio en el camino, trucos y picardías para seguir avanzando en la ruta y anécdotas curiosas de las que cualquiera podría ser protagonista.



En sus notas he encontrado un lado de Ché mucho más cercano, más humano de lo que la tradicional seriedad y fortaleza enmarcadas por unas greñas oscuras y una boina con estrella dejan traslucir a quien contempla su imagen. Sus inquietud por los pueblos indígenas, sus amores y desamores, su  convivencia y dedicación a  los enfermos en el leprosorio de San Pablo, su fascionación por la humanidad...
Es más fácil comprender así cómo este joven, que aún no había terminado la carrera de Medicina, acaba convirtiéndose en un icono de la revolución y muriendo en la guerrilla de Bolivia años después.

Creo que se podría decir que el Ché se dejó cambiar por el mundo y luego fue él quién quiso cambiarlo.
Ernesto se rebeló y decidio luchar contra las injusticias que genera este sistema asesino, dejó de ser cómplice de la miseria humana al abndonar la pasividad y la indiferencia, desprendiéndose de la comodidad de una vida familiar, de lo material... sin pedir a cambio más que la satisfacción de ver a la gente ser dueña de sus vidas.

"…y sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo."
"Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor."
Y aquí se queda la clara, la entrañable transparencia de tu querida presencia.... 
Comandante Ché Guevara.




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