martes, 3 de diciembre de 2013

Coucou

Recuerdos de un viaje en autobús que, por su duración, bien podría haber tenido por destino Mordor o el fin del mundo. Por si acaso, servidora se apeó en Montpellier.
- "Española ¿eh? Supongo que vienes a trabajar en la vendimia" Fue la extraña bienvenida que me dedicó Francia a través de un desconocido al desembarcar en medio de la noche en la estación de bus. Ahora que una ha tenido tiempo de acostumbarse al chovinismo, la excesiva burocracia y la fierté de les enfants de la patrie, no me sorprende el recibiento, pero por aquél entonces fue très choquant.

Parece que ha pasado una eternidad desde aquellos días en que una maleta, vértigo e incertidumbre era lo único que traía conmigo, cuando vivía de okupa en residencias ajenas, comíamos taboulé infame y por manta usábamos una bandera republicana.

Tres meses después una se ha acostumbrado a no encontrar las alcarrias recortadas contra el cielo al otro lado de la ventana, a hablar francés (con acentos varios) sin necesidad de unas cervezas para desinhibirse y a ser yo la extraña extranjera. Ahora conozco par coeur las paradas del tranvía, dónde desembocan los callejones y en qué recovecos se esconden las placitas con más encanto de la zona antigua. Conozco con precisión la combinación de los semáforos del cruce de Boulevard de Strasbourg, los horarios y los bares con descuento y a qué hora la policia desaloja la Place Saint Roch. He visto pasar minutos delante de ropa centrifugándose en lavanderías colectivas, sé que los domingos alguien venderá la bici que te han robado en el mercado de las pulgas y que las mejores vistas de Montpellier son desde el Peyrou. He sentido la emoción de tener el mar a 20min de casa y la decepción al comprobar que no tiene olas. He perdido la cuenta de las horas que he corrido a la orilla del Lez y voy adaptando mi cuerpo a una dieta de cereales, caldo de verduras, queso y cerveza. Desarrollo la teoría de qu'il faut pas parler plusieurs langues if you can mix them all y estoy construyendo mi propio dialecto. Aumenta cada día mi colección de risas, anécdotas y resacas. 
Os echo de menos sin querer volver.



En tres meses la vida ha dado más vueltas que el carrusel (presque toujours vide) de Comédie y, aunque a veces las ausencias pesan, Erasmo de Rotterdam tiene buenos antídotos para mi.
 Vivo en un país donde España es el tercer mundo y cuyos habitantes lo llenan todo de bicis, huelgas, humo de cigarrillo y "oh putain!"... pero de momento esta tierra me está tratando bien.


martes, 24 de septiembre de 2013

"—¿Sabías que el mar aquí es muy importante? Donde más...
 —No hay mar aqui.
 —Por eso, es donde más se piensa en él. Las cosas no son importantes porque existen, son importantes porque se piensa en ellas. Mi madre lo dice siempre, que existimos porque alguien piensa en nosotros y no al revés."
  (Princesas)


domingo, 11 de agosto de 2013

 
En las callejuelas angostas hasta el más diminuto insecto proyecta gigantescas sombras.

martes, 28 de mayo de 2013

Poetas




"Maldigo la poesía concebida como un lujo 
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse."
Gabriel Celaya






Es la Historia que está viva.
Corazones que bombean sangre de un mismo color.  
Pies que tantean el suelo al estrenar primeros pasos.
La historia que se esconde en cada arruga de un anciano,
la experiencia que segrega cada poro de su piel.
Aspereza en unas manos que trabajan la tierra que les vio nacer.
El chasquido de las vértebras de quien estira su cansancio.
Gestos tiznados de carbón, cejas empapadas en sudor.
Rumbos vagabundos de quien viaja sin billete,
con lo puesto, sin prisa y sin dirección
Entrañas del cuaderno que escribió el preso en su celda.
El arrojo y la humildad de la piedra contra el tanque.
La resistencia del que lucha mimetizado en el monte.
La risa inesperada que hace retroceder al miedo.
Endurecerse, como Ernesto, sin perder jamás la ternura.
La inmensidad azul que inspiró a Neruda.
El camino que hizo al andar Machado en su marcha hacia el exilio.
El arma con que Celaya disparó versos de futuro.
La libertad para la que Miguel Hernández
sangraba, luchaba y pervivía, 
y en cuya bandera bordó Lorca el amor más grande de su vida.
La boca de Benedetti que supo gritar rebeldía.
El incesante galopar de los pueblos que cantó Alberti:
"hasta enterrarlos en el mar".
Las diez mil manos, sembrando y produciendo, 
y Víctor Jara gritando "¡A desalambrar!"
Las mujeres que no se conforman con parir leones.
Los que, como Arenas, permanecen en la lluvia .
Lo sencillo difícil de realizar que dijo Brecht.

Porque la poesía es también  (y sobretodo) el grito de los sin voz.


Imagen de Tina Modotti

viernes, 8 de marzo de 2013

Arrugas

La abuela no te llevaba a heladerías en verano, pero llenaba el tercer cajón del congelador con los helados favoritos de sus muchos nietos y el abuelo contribuía a vaciarlo sin grandes esfuerzos.

Te gustaba mirar cómo se limpiaba el chocolate de las comisuras con esas servilletas rosas de papel para después doblar y redoblar en infinitos pliegues perfectos, que plisaba con la uña, el envoltorio vacío del helado. Era uno de sus muchos rituales; gestos que repetía en silencio, con calma y suma concentración, aunque solo se tratase de cubrir un filete empanado con lunares de ketchup.

Estabas convencida de que era el hombre más goloso de la Tierra y llegaste a pensar que si le lamías la cara tenía que saber dulce a la fuerza. Era él quien se sacaba caramelos del bolsillo como por arte de magia y quien te descubrió el maravilloso mundo de la leche condensada. A pesar de ello se permitía el lujo de aconsejarte: "Si comes muchas chucherías te saldrán lombrices en el culo". Entonces, te comías los helados con miedo, esperando que un poquito de vainilla no fuese suficiente para llenarte las entrañas de gusanos. 

Las manos de la abuela eran finas y arrugadas, con esa piel casi trasparente que dejaba adivinar unas venas muy marcadas, como gusanos azules y alargados. Quizás ella también había comido demasiadas golosinas. Las manos del abuelo eran diferentes: grandes y muy asperas, "de labrar" decía siempre, y la ausencia de un dedo era la excusa perfecta cuando perdía jugando a los bolos en el parque. 

La abuela siempre tenía un rato para tus cosas de niños. Podía tomarse 6 o 7 de los cafés imaginarios que le preparabas sin quejarse por la cafeina. "Ten cuidado, ¡que quema!" le decías, y ella soplaba el vaso vacío y lo removía antes de beber nada. Finjía emoción cuando le dabas "un regalito" que resultaba ser el mando de la tele envuelto en el paño de ganchillo que cubría la mesa del salón y se maravillaba de lo guapa que estabas cuando te lo ponías sobre los rizos y decías tener melena larga. Larguísima.

Desde tu mirada infantil no lo apreciabas, pero eran diferentes. Tremendamente diferentes. Tardaste tiempo en comprender cómo se querían tanto y se entendían tan bien.
Con los años decidiste que se complementaban mutuamente, como el aceite y el vinagre de una ensalada.


Años después queda una abuela, más cansada, que juega con sus bisnietos, 
un cajón lleno de helados que se vacía más despacio 
y una ensalada sin vinagre.


lunes, 21 de enero de 2013

 "Si no escalas la montaña,
jamás podrás disfrutar el paisaje."
Pablo Neruda

Sentarse en la cima del mundo y sentirse atrapado en la blanca inmensidad. El todo y la nada. Miraba al horizonte sin que existiese el horizonte. El silencio taponando los oídos y el viento forzando, indómito, a entrecerrar los ojos. Le nacía escarcha en las pestañas. Sentía el cuerpo entumecido por el frío mientras un calor interno le sosegaba. Tan cerca del mundo pero tan fuera de él.


La trascendencia debía ser aquéllo



lunes, 14 de enero de 2013

Hilvanes

 "No aceptes lo habitual como cosa natural.  
Porque en tiempos de desorden,  
de confusión organizada, de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar" 
Bertolt Brecht


Sabes que los gritos, las broncas y el menosprecio a tus ideales provienen de amargos temores. 
No dudas que te quieren pero tampoco hay duda de que hubieran preferido que fueses de otra manera. 
¿Podrías cambiar? Probablemente, pero ya no serías tú. Serías inmensamente infeliz.
Además ellos algo tienen que ver en tu forma de entender el mundo que ahora tanto les asusta: alguien te enseñó lo que era el altruismo, la solidaridad, que el dinero no vale más que las personas y que uno no puede sentarse impasible a ver la ejecución de injusticias. Quizás se les haya olvidado. 

Hablan de "radical" en un mundo radicalmente enfermo, de por qué buscas guerra en un mundo en paz... En un mundo en paz en el que, sin embargo, temen represión contra el que disiente. Contradicciones. Si la censura se instala en tu propia casa qué no puedes esperar al salir a la calle. A la gente le dan miedo las ideas, le dan miedo las sanciones, le da miedo lo distinto.  ¿Quién decide lo correcto y lo incorrecto? ¿Quién legitima la ley? El sistema nos convence de que la potencia no puede diferir del acto, lo que hay es lo que hay, la impotencia es nuestra naturaleza y oir, ver y callar es el gesto habitual de una sociedad "en paz".
Confunden libertad con la comodidad de una rutina, con no llevar grilletes, y democracia con introducir un papel en una urna de plástico cada cuatro años.

La cultura del terror. Ellos tienen miedo a no llegar a fin de mes, a que tu actividad les suponga gastos excepcionales, a que el gobierno te señale por pensar lo que piensas, a una posible represión.
Tú tienes miedo a que todo siga igual, a que tus hijos crezcan en un mundo podrido de avaricia e individualismo, a la esclavitud del capital a la que ya estás destinada, al sufrimiento gratuito de la gente.
No esperas orgullo, ya ni siquiera empatía, pero al menos un respeto a tus ideas, a tu forma de pensar y a tu elección de no agachar la cabeza y conformarte, al menos mientras te quede juventud y energía suficiente para enfrentar lo que consideras injusto. 

Sin duda, lo que más te duele, es el firme convencimiento que tienen de que no piensas por ti misma, de que te han lavado el cerebro. Escuece que cuestionen tu sentido crítico, tu propia capacidad de elegir cómo quieres vivir... es el mayor insulto a tu inteligencia y tu integridad moral que te hayan hecho. Y quema.

Puede que los años te quiten la ilusión y la esperanza de cambio y acabes pareciéndote a ellos. Puede que mañana las derrotas acaben con tu inconformismo y que termines asumiendo la propaganda mediática, dejándote llevar por las normas sociales que dicta qué sabes tú quién, hipotecando tu vida tristemente para no quedarte al margen de la sociedad... pero de momento es hoy. Hoy y no mañana. 

Por eso las palabras precisas en el momento preciso suelen patrocinar carreras de lágrimas que resbalan por las mejillas para alcanzar su meta en la comisura de una sonrisa reciente. Reconforta saber que no lo haces todo mal y que hay quién considera que es loable cómo piensas y que actúes en consecuencia. Reconforta tanto.




                   





martes, 8 de enero de 2013

StopDesahucios

Solidaridad. 
Y se te llena la boca y el pecho al decirlo porque crees que cada día comprendes mejor lo que significa, todo lo que abarca, lo mucho que te acerca a otras personas y lo mucho que engrandece cualquier gesto.
La solidaridad.
Que no va de arriba a abajo, como la caridad, sino de al lado.
Que no viene del bolsillo, ni de la cartera, sino de dentro. 
De la empatía y las ganas de cambio. De la fe en las personas.
Yo la he visto en mi ciudad.
Ciudad que creíamos muerta, débil, pequeña en tamaño y en lucha... y se ha hecho enorme de repente.
Ya van muchas batallas perdidas en la búsqueda de soluciones al problema de María, pero no amargan porque se hace aún más evidente la fuerza que tenemos, la solidaridad que no pueden destruir ni con el hambre, ni con el frío, ni con jugadas maestras, ni con su estúpida represión... ellos intentan cerrar bocas y agachar cabezas con sanciones económicas porque claro, para ellos el dinero es lo que cuenta.
Pueden tener todo el dinero del mundo (y seguirán queriendo más) y cuentan con las fuerzas del Estado que, aun pagadas por la ciudadanía, ejercen una labor increíble como seguridad privada al servicio del capital, pero aparte de eso...no se tienen ni a sí mismos.
A ellos les apoyan mercenarios sin escrúpulos que les defienden por cuestiones salariales.
A María la definde su gente, su ciudad, su clase; por lealtad hacia la justicia de su causa, por empatía, por solidaridad.

María es tan dulce que nos regala bombones y viene a saludar a "sus jóvenes" cuando nos ve en la sucursal y, tan dura, que ningún policía fue capaz de sostenerle la mirada llena de dignidad después del desalojo de la sucursal.

Hoy la han citado otra vez para negociar y luego se han negado a recibirla jugando una vez más con sus ilusiones...


- ¿Cómo estás María?
- Bueno... Tengo aún mucha fuerza. Me la dais vosotros.

Y no va a faltar mientras queden no neutrales en la ciudad,
¡Guadalajara que bonita te pones cuando luchas!