lunes, 19 de marzo de 2012

Declaración de intenciones

Que no me importe ser oveja negra, es más, que luche por salir a trompicones del rebaño.
Que lo que pienso y lo que digo no lo desmienta con mis actos.
Que tenga siempre en mente que el verdadero sabor de la vida es solo para los locos. 
Que viva mucho, que duerma poco.
Que sepa valorar las cosas más sencillas, los pequeños placeres de la vida.
Que no venda mis principios por un sueldo miserable.
Que haga lo que haga no tenga que sentirme culpable.
Que pueda llegar a vieja y al mirar atrás no me arrepienta:
Que haya reído y haya llorado, que si no he cambiado el mundo al menos lo haya intentado.
Que haya abrazado a los míos, follado con amigos y bailado con extraños.
Que asuma que la juventud no depende de los años.
Que aprenda de cada persona lo poco o mucho que pueda enseñarme. 
Que la sonrisa de un niño sea el regalo más grande. 
Que no me conforme. 
Que tenga presente que el mundo no acaba en el horizonte. 
Que no me calle. 
Que sepa rebelarme ante las injusticias... y que nunca, nunca, me canse de perseguir utopías.

Que somos aquello en lo que creemos.
No lo olvidemos.


sábado, 17 de marzo de 2012

L'air avec parfum au chocolat

Tres días. Setenta y dos horas...quizá alguna menos.
Y ocho pies; cuatro pares de pisadas que caminan sobre les pavés, oscuros, como esos bajo los que se escondía la playa en 1968. Si alguien observase a esas cuatro sombras deslizarse lentamente por la ciudad juraría que no llevan más rumbo que el que dicta el instinto, la simple inercia de poner un pie siempre delante del otro. Pero no, nada más lejos de la realidad. De todas formas, es igual, tampoco hay nadie que las observe salvo el frío y el cielo gris de una ciudad que aún está empezando a despertar.
Los cuatro pares de pasos tienen un destino concreto y avanzan sin vacilar por un trayecto que han recorrido varias veces en las últimas horas, aunque saben que ésta va a ser la última vez. Al menos por un tiempo.
Las mochilas están llenas, tan apretado el contenido que hasta ha costado cerrarlas... y, sin embargo, no es importante. Lo verdaderamente fundamental no lo han guardado con el equipaje, ni en los bolsillos del abrigo, ni en la carpeta con planos y billetes de avión. Lo verdaderamente importante es lo que guardan en la memoria. Los recuerdos de una aventura, breve pero intensa, es lo que de verdad cuenta... lo que queda al final del viaje. Y es eso, precisamente, lo que saborean mentalmente mientras que, con cada paso, se alejan de lo vivido y se acercan a casa.
Caminan juntas, sí, pero en silencio.


Con la complicidad de los que saben que han compartido algo grande.