- "- Pero es que a mí no me gusta tratar a gente loca
- - Oh, eso no lo puedes evitar. Aquí todos estamos locos.
- Yo estoy loco. Tú estás loca.
- - ¿Cómo sabes que yo estoy loca?
- - Tienes que estarlo, o no habrías venido aquí."
Alicia en el país de las maravillas; L.Carroll
¿Cómo alguien podría olvidarse de aquel manicomio?
Aquella puta jaula de grillos donde se agolpaban un montón de individuos con su uniforme bicolor: pantalones blancos y camiseta negra con sus dos franjas a cuadros y, estampado en medio, el nombre de aquella noble institución (asociación cultural la llamaban algunos) en la que habían ingresado por voluntad propia y que probaba, a todas luces y sin necesidad de test ni pruebas clínicas, su más absoluta demencia.
Allí un grupo embriagándose con "elixir de amor" de Zamo, justo al lado de esos que se preparaban para el desfile de lunáticos añadiendo a su atuendo algún complemento más o menos absurdo y borrachos de felicidad... El filósofo se bañaba en calzoncillos en una piscina hinchable para niños, aleccionando a las masas con sabiduría popular y rodeado de gambas flotantes; un montón de gente berreaba al ritmo de "qué bonito es Israel" mientras golpeaban las paredes de metal de la carpa que les alojaba y otros volcaban un urinario de cabina con alguien dentro para alegría de todos, que se recreaban en sus pocos escrúpulos y aplaudían su pocilga colectiva coreando "¿Cuál es la peña que huele peor?" para auto-responderse a continuación: "¡EL AMALIO!"
Un día al año hacían la "ronda satánica" en las que básicamente competían por parejas bebiendo calimocho hasta que el estómago o los esfínteres de alguien se rendían; también eran expertos en gorronear charangas a los vecinos, en animar el baile con una inesperada fiesta del agua enchufando a la gente con la manguera de limpiar o tratar de subir (o bajar) la temperatura con la improvisada, a menudo lamentable y siempre surrealista actuación de streappers a cargo de algún miembro de la peña con disfraces resultones y mucho afán por exhibirse.
Porque recursos pocos, pero imaginación y desparpajo había a chorros (bebidas espirituosas también había a chorros, aunque la directiva y su economía planificada hacían lo imposible por controlar el búnker...con mejor o peor resultado a medida que transcurrían las noches). Todo eran maravillosas sorpresas: lo mismo se caían las paredes de la carpa que se metía gente en el arcón de los hielos, salían amalias del contenedor o alguien hacía noche en la taza del váter... todo bajo la atenta y protectora mirada del segurata.
Como buena asociación cultural también había conciertos y sabe dios que nunca hubo un público tan entregado. Bailaban de todo y coreaban con orgullo su himno, ése con cuatro versos y un estribillo dedicado a una cebolla: nada menos mainstream y más genial que un vegetal ska.
No todo era fiesta y ocio nocturno, también hacían excursiones: los más valientes dementes iban con los primeros rayos de sol al zoológico a empatizar con sus más cercanos parientes, los primates, y a exigir "¡monos libertad!", pero la excursión estrella eran los coches de choque (donde amortizaban las capuchas de sus sudaderas) hasta que les vetaron la entrada al establecimiento si iban todos juntos... se ve que la sociedad aún no estaba preparada para tan altas dosis de locura y carencia total de sentido común.
Y sí, se dice que nacieron de un carrito y mil leyendas y hazañas más. Y que se disolvieron, probablemente, para librar al mundo de una hecatombe aún mayor. Pero nunca otra peña supo juntar a lo mejor de cada casa y nunca antes hubo tanto sinsentido bajo una misma carpa
Y no, desarraigo no es lo que tenían los de la generación del '98, desarraigo es lo que tengo yo cada comienzo de septiembre cuando me veo huérfana de asco y magia. "Amalios del mundo, re-uníos". Pofavó.
¡¡¡¿Cómo alguien podría olvidarse de aquel manicomio?!!!