"No aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de desorden,
de confusión organizada, de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar"
Bertolt Brecht
Sabes
que los gritos, las broncas y el menosprecio a tus ideales provienen de
amargos temores.
No dudas que te quieren pero tampoco hay duda de que
hubieran preferido que fueses de otra manera.
¿Podrías cambiar?
Probablemente, pero ya no serías tú. Serías inmensamente infeliz.
Además
ellos algo tienen que ver en tu forma de entender el mundo que ahora
tanto les asusta: alguien te enseñó lo que era el altruismo, la
solidaridad, que el dinero no vale más que las personas y que uno no
puede sentarse impasible a ver la ejecución de injusticias. Quizás se
les haya olvidado.
Hablan de "radical" en un mundo
radicalmente enfermo, de por qué buscas guerra en un mundo en paz... En
un mundo en paz en el que, sin embargo, temen represión contra el que
disiente. Contradicciones. Si la censura se instala en tu propia casa
qué no puedes esperar al salir a la calle. A la gente le dan miedo las
ideas, le dan miedo las sanciones, le da miedo lo distinto. ¿Quién
decide lo correcto y lo incorrecto? ¿Quién legitima la ley? El sistema
nos convence de que la potencia no puede diferir del acto, lo que hay es
lo que hay, la impotencia es nuestra naturaleza y oir, ver y callar es
el gesto habitual de una sociedad "en paz".
Confunden libertad con la comodidad de una rutina, con no llevar grilletes, y democracia con introducir un papel en una urna de plástico cada cuatro años.
La cultura del terror.
Ellos tienen miedo a no llegar a fin de mes, a que tu actividad les
suponga gastos excepcionales, a que el gobierno te señale por pensar lo
que piensas, a una posible represión.
Tú tienes miedo a que todo
siga igual, a que tus hijos crezcan en un mundo podrido de avaricia e
individualismo, a la esclavitud del capital a la que ya estás destinada, al sufrimiento gratuito de la gente.
No esperas orgullo, ya ni siquiera empatía, pero al menos un respeto a tus ideas, a tu forma de pensar y a tu elección de no agachar la cabeza y conformarte, al menos mientras te quede juventud y energía suficiente para enfrentar lo que consideras injusto.
Sin duda, lo que más te duele, es el firme convencimiento que tienen de que no piensas por ti misma, de que te han lavado el cerebro. Escuece que cuestionen tu sentido crítico, tu propia capacidad de elegir cómo quieres vivir... es el mayor insulto a tu inteligencia y tu integridad moral que te hayan hecho. Y quema.
Puede que los años te quiten la ilusión y la esperanza de cambio y acabes pareciéndote a ellos. Puede que mañana las derrotas acaben con tu inconformismo y que termines asumiendo la propaganda mediática, dejándote llevar por las normas sociales que dicta qué sabes tú quién, hipotecando tu vida tristemente para no quedarte al margen de la sociedad... pero de momento es hoy. Hoy y no mañana.
Por eso las palabras precisas en el momento preciso suelen patrocinar carreras de lágrimas que resbalan por las mejillas para alcanzar su meta en la comisura de una sonrisa reciente. Reconforta saber que no lo haces todo mal y que hay quién considera que es loable cómo piensas y que actúes en consecuencia. Reconforta tanto.